Abstract
Sí, así ocurrió. Sí, fue siete años después de la matanza que ordenara el teniente Jerfo. Desde entonces, en la entrada única y polvorienta del pueblo, funcionaba ese retén. Sí, era el camión de Benito Upaima. Sólo pasaba agua y alimentos en ese camión, previa autorización del comandante Aquitino, claro. Sí, Benito Upaima era el dueño. Sí, todavía vivía en mí, esa afición por las perlas.
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Copyright (c) 2019 Víctor Bravo Mendoza