Reinventar el papel, el sentido y el valor de las humanidades ante la agenda 2030

Reinventing the role, meaning and value of the humanities in the 2030 agenda

Ejeketüjaa kasapülajatüle, tü sükülakara alu’u jee sujutu tü wayuwaakalüirua su’uutpünaa tü aa’innajatkaa soo’u 2030

 

 

Resumen

El presente artículo reflexiona acerca del papel, el sentido y el valor de las humanidades, en medio del complejo panorama que se vive hoy, marcado  por la crisis medioambiental, laboral, económica, alimentaria entre otras, así como  de los retos de los procesos formativos para que las nuevas generaciones se formen en función de construir un mundo mejor: más justo, prioritario e inclusivo; en convivencia armónica con la naturaleza, en consonancia con la concepción integral de Una Salud; para que aprendan a vivir en paz y concordia, en armonía y amistad; sobre la base de la discusión, la reflexión y el análisis.

Palabras clave: Humanidades, retos, procesos formativos, educación.

 

Abstract

This article reflects on the role, meaning and value of the humanities, in the midst of the complex panorama that exists today, marked by the environmental, labor, economic, food crisis, among others , as well as  the challenges of the training processes so that new generations are formed to build a better, fairer, priority and inclusive world; in harmonious coexistence with nature, in line with the comprehensive conception of One Health; so that they learn to live in peace and concord, in harmony and friendship; based on discussion, reflection and analysis.

Keywords: Humanities, challenges, training processes, education.

 

Aplaliküjia

Ashajalaakalü tüü ayaawanajüsü soo’opüna tü saa’inrakat, tü sükü’lakara alu’u jee kasale tü wayuwaakalüirua, su’uutpunaa tü kapüleekalü ma’in akua’ipaa eekalü moo’ulu yaa, eere jouluin kasachiki sünainjeejatü sutuunajaain akua’ipaa mmapa’apianain, sukua’ipa a’yatawaa, anneetsee, eküülü jee waneeiruaya’asa, oo’ulaka müsia tü kasairua asawatüneekalü ekirajaanüin anain natuma na naayünakania sünain ekirajaawaa shiyaalu’u sünaataain sukua’ipa mmapa’akalü: eere wanaawain ajutuu, kasale cho’ujaain ma’in jee apashiinjatüin wayuu ma’leekalia; eere eein epijawaa süka anajirawaa sümaa mmapa’apiakalü, sünain achajawaa waneepia eeinjatüin Wanee Anaa kottakua’ipalu’u; süpüla natijain kepiajirawaa sümaa anaawaa jee aijirawaa, talatirawaa jee aleewaa; shiain su’unuin anainjee tü yootirawaakalü, ayaawanajaa sukua’ipa kasa müsia e’rajawaa pansaain.

Pütchiirua amoutia: Wayuwaakalüirua, kasairua asawatüneekalü, sukua’ipairua ekirajawaa, ekirajia.

 

 

 

Introducción

Para entintar y enfocar la mirada como punto de partida

Decía el escritor Marcel Proust (1914) que “el verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con ojos nuevos” (p. 564) y eso precisamente me propongo en este trabajo, fruto de mi conocimiento empírico, de la experiencia vivida desde hace ya más de 43 años de trabajo ininterrumpido como profesor, impartiendo docencia frente a las aulas, con más de 20 años como asesor en el área de las Humanidades y en particular en la de lengua y literatura; y con un quehacer ascendente en el campo de la investigación y la labor académica en niveles no universitarios y universitarios del Sistema Nacional de Educación en Cuba.

Parafraseando a un gran poeta, Juan Calzadilla (2000) sostengo desde ese saber especial y único que subyace en toda imagen y metáfora de calidad que “La rosa no es rosa hasta que la mirada no la entinta” (p.16), razón por la cual, entintada de rosa mi mirada, pasaré ahora a exponer todo cuanto quiero comunicar sobre esta necesaria urgencia de repensar, replantear y sobre todo de reinventar el papel, el sentido y el valor de las Humanidades en este ya tan maltrecho mundo en el que vivimos.

Vienen a mi mente unos versos del poeta español León Felipe (Hombres, 1884), quien ha sabido decir: «Hombres/ sobre hombros/ de otros hombres; / Hombres/ con hombros/ para otros hombres/ Hombros, / hombres, / hombros…» (s/p) Y también resuenan en mi mente algunas ideas de quien desde que llegó a ocupar la silla de San Pedro, el Santo Padre, llegado a la Roma del Vaticano procedente de la Argentina, zona sur de esta nuestra entrañable, noble y sufrida América, ha hecho ingentes llamados para el cuidado de esta nuestra casa común: el planeta en el que vivimos; y que hoy se cobra con la pandemia tanto empoderamiento soberbio sobre él.

Ha dicho su Santidad en reiteradas ocasiones que, junto al problema medioambiental, el migratorio y el de la vejez, se encuentran entre las cuestiones más urgentes que la familia humana está llamada a afrontar y solucionar en este nuevo tiempo que vivimos. Las Humanidades pues, para reinventarse deberán tener en cuenta estos y otras no menos importantes problemáticas; la escuela y la Universidad también deberán hacerse eco de ellas si queremos que las nuevas generaciones que ya están en sus aulas se formen para construir un mundo mejor: más justo y paritario; para que aprendan a vivir en armonía con la naturaleza; para que opten por la concepción integral de Una Salud; para que sean verdaderamente inclusivos; para que aprendan de una vez y por todas a vivir en paz y concordia, en armonía y amistad; es decir, propiciando amor entre todos los que hoy vivimos en este mundo.

Y en los versos anteriormente citados, en las palabras del Papa Francisco que hemos parafraseado y en estas otras, las dichas por Fidel Castro en el memorable discurso del 12 de junio de 1992, en la Cumbre de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, cuando alzando su voz y mirando de frente, limpiamente a todo el auditorio y el mundo sostuvo que: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”; en todo ello, reitero, late el gran reto que tienen hoy las Humanidades: volver a repensar al ser humano y reinventar su papel en medio de este mundo en crisis para que asuma la gran responsabilidad que lleva sobre sus hombros: preservar la vida del Planeta y con ella la de todo ser viviente sobre la faz de la tierra.

Y debe ser así, porque en medio de la crisis medioambiental y de la epidemiológica desatada por el SARS CoV 2, y de las otras que la pandemia ha puesto al descubierto (laboral, económica, alimentaria); en medio de la proliferación de pantallas que asaltan la vida a diario: las de los teléfonos celulares, computadoras, tabletas y demás artefactos digitales, que han venido a dislocar los saberes y los lugares y soportes en que esos saberes tradicionalmente se depositaban y transmitían; en medio, además, de una época signada por un brutal y desmedido consumismo y por un cultivo del juego por el juego mismo, del ocio vacuo y ramplón, en el que los sujetos llenan su tiempo “consumiendo” “programas enlatados”, “programas chatarras” que muy poco aportan en realidad al cultivo del gusto estético y del espíritu y que solo embrutecen y oxidan los cerebros; en medio de una época en la que los niños, adolescentes y jóvenes han desarrollado una nueva inteligencia mucho más rápida, emocional y visual; y menos estructurada y abstracta en la que la facultad de la memoria para saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, pierde cada vez más su importancia; en medio de un mundo en el que pueblos hermanos vuelven a enfrentarse bajo el resplandor de las armas, nuevas y viejas, que ciegan como en la Ilíada pasó con  griegos y troyanos.

En medio de todo esto, se hace más necesario que nunca la resignificación del papel, el sentido y el valor de las Humanidades en los sistemas educativos, y particularmente en el nuestro, puesto que a Cuba se le somete todos los días a un bombardeo de guerra cultural y de un asedio semiótico por medio de las redes que han nacido con las tecnologías, desde las cuales también se silencia de manera atroz lo mejor, más noble y bueno de su heroico y digno pueblo. La tesis de partida no puede ser otra, entonces, que reinventar el papel clave de las Humanidades en todos y cada uno de los procesos formativos de la educación general y de la universitaria en particular.

 

Metodología y métodos

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…” (Machado, 1912, S/P): La Vía Metodológica Andada

El método hermenéutico o interpretativo ha sido clave para enfrentar, como parte del análisis crítico de los textos y discursos de la bibliografía consultada y en la determinación de las ideas principales que como referentes se sustentan a lo largo del proceder investigativo; porque desde las concepciones científico-metodológicas semióticas y hermenéuticas adoptadas se asume la necesaria y pertinente resemantización y reinterpretación actualizada de unas nociones que consideradas innovadoras en el replanteo del papel de las Humanidades en los sistemas educativos actuales, particularmente de aquellas que nos han llevado desde el blog creado a tales efectos (literlingua.net) a apostar por esta idea innovadora: cuestionarnos por qué y para qué un adolescente y joven de hoy debe leer determinadas obras y autores, de manera que asumimos la lectura, y particularmente la lectura literaria, como vía para la innovación pedagógica y didáctica, y en especial la del área de las Humanidades y la de lenguas y literaturas, de manera que desde estas perspectivas se contribuya a la formación  más integral a los adolescentes y jóvenes que están  en las aulas.

Se asume  una postura metodológica de carácter vinculante; es decir, basada en el establecimiento de relaciones de concomitancia, al considerar obligatoria la articulación o vertebración de posiciones teóricas, de métodos y enfoques, de técnicas y fines al leer y releer, al interpretar y reinterpretar, de manera tal que se puedan vertebrar las indagaciones alrededor de un grupo de conceptos clave, como los de humanismo, Humanidades, actividad o “práctica” discursiva y textual, modos de leer, desde la cual construimos los conocimientos.

En tal sentido y de manera sintético-explicativa, se sustenta  metodológicamente todo cuanto aquí exponemos al emplear procedimientos como el de la identificación de la información relevante, pertinente y rigurosa, sobre la cual descansan nuestros procederes interpretativos; asimismo, porque hemos establecido disímiles relaciones: de causa-efecto, de consecuencia, de similitud y de diferencia, de consenso o disenso, para establecer las necesarias y pertinentes inferencias, conjeturas e hipótesis de lectura y porque son obligatorias al asumir una postura de lectura, análisis y pensamiento crítico, necesario para el establecimiento del estado del arte en el área y ámbito que nos ocupa; porque hemos clasificado y jerarquizado la información acopiada y estudiada, con el objetivo específico de sistematizarla de la manera más objetiva, reflexiva y crítica posibles; y para hacerla cada vez más consciente al convertirla en nuevo conocimiento. Asimismo, se han empleado las técnicas de ordenamiento, clasificación y jerarquización con el exprofeso fin de sistematizar todo ese proceso de comprensión e interpretación de manera lógica y eficiente y producir desde él un nuevo acercamiento y perspectiva al asunto.

A partir de las perspectivas anteriores de fuerte naturaleza semiótica, semántica, hermenéutica y lingüístico-discursiva hemos asumido diversos modos de leer, entendidos estos siguiendo a Josefina Ludmer (2021) -y a la reelaboración que de dicho concepto ha hecho este autor como: el conjunto de perspectivas teóricas y prácticas que se asumen al leer; como el conjunto de ideas, y principios, de normas y teorías, así como también de los rituales y técnicas que se sedimentan como modelos de lectura compartida y que legitiman las prácticas de lectura, comprensión e interpretación afianzando el prestigio tanto de las lecturas como de los textos y garantizando así su centralidad o marginalidad en los ámbitos de la culturales, técnicos y científicos o académicos en los que circulan: el personal y el colectivo, el público y el privado, el académico e investigativo, el profesional y el institucional (Montaño, 2022). Concepto de modos de leer que se viene planteando y replanteando, haciendo y rehaciendo a partir del estudio de los materiales de la profesora argentina Josefina Ludmer y de otros autores, especialistas en el campo de la sociología de la lectura y de la lectura en general.

Desde esas posiciones teórico-metodológicas nos replanteamos los significados y perspectivas tradicionalmente asignados a las Humanidades con el objetivo de resemantizarlos y asignarles nuevos sentidos; esto es, nuevas interpretaciones siempre contextualizadas, por cuanto sabemos, asimismo, que las materias que conforman esta área y que implican fundamentalmente la actividad literaria, exige, siguiendo a un crítico de renombre como es Bétolo (2008),”un singular y peculiar uso del patrimonio público que  el lenguaje representa” (p.67) y mediante el cual nos constituimos como seres humanos y como pueblo-nación, pues a no olvidarlo, la literatura, el texto literario, como palabra publicada y bien común, es parte del patrimonio de los pueblos.

Así también se aplica estas concepciones a los discursos del Arte en general, de la Filosofía y la Ética, en cuya base está la actividad lingüístico-comunicativa como práctica esencialísima para poder expresar y comunicar ideas, sistemas conceptuales, conjunto de principios y cuanto elemento es esencial al campo de las ciencias humanas o del espíritu, sociales, naturales y exactas, todo lo cual implica el rescate y la resignificación de saberes simbólicos, estéticos y éticos, históricos y morales, como claves para la construcción de un nuevo civismo a tono con el nuevo mundo que debiéramos formar.

Intentamos pues, desde estos procederes metodológicos e investigativos, develar la secreta conexión entre la visión de lo sensible y lo inteligente, de lo visible y lo invisible, entre el razonamiento objetivo y el subjetivo, el acrítico y el crítico de manera que se reconstruyan constantemente las relaciones entre el orden de lo discursivo (la lógica) y lo visible (la forma) en estrecha comunión con el ámbito de la inteligibilidad, el de la imaginación y la sensibilidad tan necesarios para la conformación de una lectura crítica del mundo tan necesaria hoy al campo de las Humanidades cuando las fake news se imponen y cuando la mentira se impone, y lo peor, se cree como verdad.

La hipótesis que se sustenta pues, es que hoy más que nunca las Humanidades deben replantearse su papel e importancia en la divulgación de una idea clave y de una hipótesis imprescindible: el que desde ellas la idea de vida debe ser rescatada y reconfigurada sobre la base de unas premisas de convivencia donde no impere el odio ni el miedo ni la humillación; por eso, la vida misma, tal y cual lo plantea Buen Abad Domínguez (2022) en su artículo Crítica del “pensamiento crítico”, aparecido en el Periódico Granma del jueves 5 de mayo de 2022, “debe ser reconceptuada sobre la base de la dignidad y la felicidad que no se alcanzan solo criticando las condiciones de infelicidad actuales, pues se necesita más que buenas críticas” (p.98). Y en este camino las Humanidades y su enseñanza, la escuela y sobre todo la Universidad desempeñan un papel clave. Y en ese empeño la meta que proponemos es la de la forja de lectores sensibles, inteligentes y críticos.

 

Resultados y discusión

Redimensionar la mirada sobre el papel, el sentido y el valor de las Humanidades hoy en medio de una crisis de crisis

El desarrollo vertiginoso de las tecnologías y el mundo de pantallas hace que estemos viviendo una época de «descentramiento», pues, tal y cual nos lo ha hecho saber Martín-Barbero, el saber se sale de los libros y de la escuela, de todo el sistema educativo, desde la primaria hasta la universidad; porque el saber se sale ante todo del que ha sido su eje central durante mucho tiempo: el libro. Este proceso que casi no había tenido cambios desde la invención de la imprenta sufre hoy una mutación de fondo con la aparición del texto electrónico, que no viene a reemplazar al libro sino a descentrar la cultura occidental de su eje letrado, pues le arrebata al libro su centralidad ordenadora de saberes. Y sustenta quien escribe estas páginas que también hoy vivimos un retroceso cultural: se impone una cultura del espectáculo, una cultura banal, del ocio y el placer vacuo y de modelos de consumo que no encuentran contrapropuestas autóctonas y originarias en muchos de nuestros pueblos, incluyendo el mío, pues solamente me viene a la mente el de Elpidio Valdés.

Según Martín-Barbero (2003), estamos ante un descentramiento culturalmente desconcertante que es descifrado por buena parte del mundo escolar y académico en forma moralista; esto es, echándole la culpa a la televisión y a las tecnologías de que adolescentes y jóvenes no lean, de la crisis de la lectura, la literatura y las Humanidades. Esta actitud, en opinión de dicho autor, no nos ayuda en nada a entender la complejidad de los cambios que se están operando en los lenguajes, las escrituras, las narrativas y los modos de leer; porque lo que la escuela y los maestros entienden por leer está restringido a los libros y particularmente a los libros de literatura artística.

A todo esto, habría que añadir la trágica realidad que ha impuesto la pandemia: la crisis de los sistemas sanitarios en el mundo, de los hogares o residencias de ancianos, el desequilibrio emocional que ha provocado el constante aislamiento social, el encierro y una vida que se construye sobre la base de las permanentes incertidumbres y de los temores por el contagio, la posibilidad real de contraer la enfermedad y de morir.

La pandemia ha arrebatado también en no pocos casos la posibilidad de tener una muerte digna. Los contagiados con el virus han estado solos y solos fueron camino al camposanto. Muchos de quienes con la pandemia perdieron a sus seres más queridos, hubieran querido ser como Príamo, suplicó ante Aquiles, se le devolviera el cadáver del hijo amado para darle humana y honrosa sepultura.

Todo este panorama hace, creo yo, más necesario que nunca el replanteo del papel, del lugar, del significado y del real sentido y valor de las Humanidades cuando lo que está en juego es la vida del planeta y de los seres humanos que en él vivimos. Es mucho más urgente este replanteo porque a consecuencia de la pandemia, los procesos formativos en su más cabal y profundo sentido pedagógico y didáctico no pueden ser a puro pantallazo. Los procesos de formación –y particularmente los de las materias que conforman el área de las Humanidades: los de las lenguas, las artes, las literaturas, la historia y la filosofía, fundamentalmente–  son actos profundamente comunicativos; y en tal sentido, son actos físicos, corporales, histriónicos, en los que se involucra todo el cuerpo, en el que participan las miradas y los gestos, en el que tienen una extraordinaria importancia los matices, tonalidades y melodías de la voz surcando el espacio vital de los escenarios formativos; en los que también es muy importante el silencio y la práctica sistemática de la escucha atenta, apreciativa y valorativa.

La Educación vinculada a la voz, a la oralidad y al diálogo fructífero en unos escenarios no virtuales son necesarios para que puedan devolver a los estudiantes las posibilidades de desarrollo cognitivo y emocional, para que se cultiven en el roce de modos humanos y gentiles de convivencia; asertivos y empáticos de comportamiento diario; y nada de esto puede ser sustituido por simples toques de pantallas ni por las pantallas mismas de los disímiles artefactos electrónicos que acompañan actualmente el diario vivir.

Ante estas realidades urge que se esclarezca de qué hablamos cuando nos referimos a las Humanidades: su papel, su sentido y su valor en el momento actual, máxime cuando, además de la pandemia, el mundo está al borde de la guerra por el conflicto entre Rusia y Ucrania. Y este replanteo debe llevar a sostener que cuando se habla de Humanidades como área de formación, estamos haciendo referencias en el campo educativo al estudio de la historia, las literaturas, las lenguas, las artes y la filosofía, y desde esta última, a la primacía que deben tener la estética y la ética, de manera que se incardine la vida por los caminos de lo que es bueno, porque al serlo, es bello y es útil y virtuoso.

Pero habrá que incluir también en esta área a la economía, la política, las tecnologías y la inteligencia artificial, porque todos estos campos transversalizados por la ética son de gran interés humano y de vital importancia para que actúen a favor del género humano y no en su contra. Habremos de incluir también, saberes de las ciencias sociales contemporáneas tales como los referidos a la antropología, los estudios culturales, la psicología y la sociología; y las artes que incluyen literatura, teatro, cine y artes visuales y danzarias. Desde esta perspectiva, y con el auxilio de la ética y la bioética, las Humanidades deben concebirse desde un enfoque de sostenibilidad ambiental que resitúe de nuevo las necesarias relaciones equilibradas entre el hombre y la Naturaleza de la cual él forma parte y en este sentido los presupuestos provenientes de la Escuela histórico-cultural muy bien pueden servirle de eficaz sustento.

Así, pues, desde estos campos se ha de fortalecer el desarrollo de una actitud y comportamiento humanistas basados en la permanente preocupación por el bienestar de los seres humanos, la confianza en sus capacidades para elegir libremente lo que es bueno y que por serlo es entonces también bello y útil, necesario y virtuoso; deberá atenderse con particular interés y dedicación el esfuerzo permanente por defender la libertad y dignidad de cada ser humano, lo cual implica construir sociedades cada vez más inclusivas, opuestas a todo tipo de discriminación, de manera tal que se incentive diariamente la lucha por ser mejores; y en este camino, las Humanidades pueden aportar a la construcción de una comprensión colectiva derivada de los disímiles problemas que el mundo enfrenta, para lo cual hay que apelar a la construcción sensible, inteligente y sana de significados y sentidos compartidos por todos.

Y es que en la actual situación a la que se hace referencia, las Humanidades rebasan aquellos antiguos y clásicos saberes para incorporar y abrazar todo cuanto tenga como centro al ser humano en su dinámica y compleja relación con el mundo físico y natural, social y cultural; en tal sentido, ellas se erigen en instrumento valiosísimo para el conocimiento, la acción social y política y el cultivo del pensamiento, la sensibilidad y la empatía. Ella es cada vez más clave para la conformación de un mundo de paz.

Desarrollar una actitud humanista ante la vida emana y se sustenta en unos principios, creencias y valores desde los cuales se construye una ética que nos debe facultar para la búsqueda permanente de la libertad, de la solidaridad y el cultivo de la emancipación y la plena dignidad humana; y en ese sentido, la educación humanista que concebimos y por la que abogamos, se orienta al desarrollo integral de la persona y a la potenciación al máximo nivel posible de la sensibilidad y de las capacidades de comprensión, reflexión, comunicación y lectura crítica del mundo.

Y en esto último está el gran reto hoy del replanteo innovador de esta área: la incentivación al desarrollo de la más alta sensibilidad, de la más profunda comprensión sobre todo de lo humano, de la comunicación empática y del perfeccionamiento de las habilidades para asumir de manera responsable una lectura crítica del mundo con el fin de poder develar a tiempo la manipulación y la mentira. En este sentido, no solo entronca y articula con las posiciones desarrolladoras provenientes de un grupo de especialistas cubanos de profunda raíz vigotskiana, sino también con las concepciones edificantes y edificadoras de Arboleda (2020, 2022)

 

Conclusiones

A manera de resumen: devolviéndole nuevos colores a la mirada en pos del respeto a la pluralidad desde la urgente necesidad de la integración

Hoy, cuando cada vez más se abre esa enorme brecha que separa a unos pocos muy ricos de unos muchos muy pobres; cuando el poder se concentra en una minoría y hay una muy dispar distribución de la riqueza; cuando el poder se asienta en la falsedad de la información y en la mentira más ramplona y feroz; cuando las fake news generan unas matrices de opinión sobre la base del engaño y de la vil manipulación ideológica; cuando en las redes hay tanto odio y violencia acumulada, las Humanidades deben servir para combatir la silenciosa indiferencia del hombre hacia el hombre; para combatir la mentira y la violencia que solo genera más violencia y malestar; para combatir el odio, el pernicioso egoísmo y la barbarie; para tender puentes de amor y comprensión entre todos los seres humanos.

Las Humanidades debieran servir de antídoto al vertiginoso y desenfrenado vivir en medio de la permanente inmediatez y la urgencia con que se vive en las redes, esperando solamente la gratificación más inmediata; hoy, cuando a golpe de pantalla la vida es un espectáculo de acceso rápido sin importar el tiempo y la distancia; cuando estamos en presencia cada vez más de lectores perezosos, que leen de manera fragmentaria y a picotazos, a golpe del zapping, juntando en no pocas ocasiones de manera incoherente retazos de hechos que se parecen a la vida, pero que no son la vida misma; hoy, cuando muchos claman por una democracia y libertad tan excesivas que terminan siendo un atentado contra la propia libertad que se proclama, porque solo genera caos y porque en nombre de las libertades de unos pocos se atenta contra las libertades y derechos de los muchos; hoy, las Humanidades son más necesarias que nunca para que nos devuelvan a un vivir más sosegado y justo, más humilde y respetuoso de la diversidad; para que sepamos saborear la lectura y estudio de modos más despaciosos y detenidos, desde los cuales se haga posible un concienzudo proceso de significación y resignificación de la propia vida, y en función de la forja de valores inequívocamente humanista como son la verdad, la bondad, la responsabilidad, la belleza, de manera que persigamos lo bueno que será por esencia siempre, limpio y bello y virtuoso.

Y para que esto sea así será clave que en las humanidades unos saberes transversalicen todas las prácticas formativas que inciden directamente en el saber ser, saber hacer o actuar para finalmente y sobre todo, saber convivir; y esos saberes recaban un nuevo papel particularmente de los saberes éticos y estéticos, jurídicos y cívicos, históricos naturales desde los cuales aprendamos de nuevo a convivir en armonía y paz, y sobre todo, respeto: el respeto a la naturaleza, al otro y los otros diferentes, a las culturas diversas, a las muy diferentes maneras de pensar pero que pueden civilizadamente buscar el punto justo de encuentro y equilibrio. Eso es clave y urge que todos, absolutamente todos, juntemos nuestros brazos, nuestros corazones, nuestros intelectos para que, reza en aquellos versos que se cantan en la IX Sinfonía de Beethoven “los hombres vuelvan a ser hermanos” y entonces sí, entonen el himno de la alegría.

Desde estas perspectivas habría que subrayar unas pocas ideas que a continuación detallo:

Ante la llamada modernidad líquida, ante la llamada época de la posverdad, ante la minimización del papel de la memoria, no queda otra alternativa posible que reforzar la importancia de la Historia por su directa contribución al conocimiento de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos; junto a otras muchas razones entre las que cabe señalar que sin conocimiento histórico es imposible que podamos contextualizar cualquier hecho o suceso, lo que dificultaría directamente el poder comprenderlo o interpretarlo cabalmente.

Ante tanto espectáculo de mal gusto, ante tanto programa chatarra y ante tanto juego digitalizado vacuo y entontecedor; ante tanta adición a las pantallas que son cantos de sirenas al placer más fútil y a la gratificación inmediata, las artes todas y las literaturas necesitan ser resignificadas por el papel que tienen en la educación de la mirada, en ese entrenamiento en el enseñar a mirar y a escuchar para saber encontrar, como se dice el Principito, lo esencial y realmente valioso que, generalmente es invisible a los ojos del corazón; porque a no olvidarlo, solo se ama lo que se conoce bien. La educación del gusto estético y el desarrollo de una vocación narrativa recaen en el estudio de las diferentes disciplinas que conforman este campo del saber humano, al igual que el desarrollo de un pensamiento hermenéutico o interpretativo, reflexivo, crítico y creativo.

La incorporación al área de las Humanidades de saberes provenientes de la educación político-ideológica, cívica, jurídica y ciudadana se justifica sobre todo hoy porque para muchos ser democrático es tener derecho a decir de todo y contra todo, a decir cualquier cosa sin fundamento real y objetivo, cuando no hay límites y cuando no hay clara conciencia de que mis derechos terminan cuando afectan, mancillan e impiden el derecho de los demás. En tal sentido, estos saberes tendrán una especial función reguladora de los comportamientos, por lo que serán clave para la adquisición de modos de actuación profundamente equilibrados y humanistas.

 

Esbozando unos cuantos retos que debemos asumir: una nueva puerta abierta para la discusión, la reflexión y el análisis

Los retos y los rasgos que nos distinguen y que debemos cultivar, son modestamente estos que, para finalizar, esbozaré de la manera más clara posible:

RETO 1. Promover unos procesos de formación que descansen en el cultivo de la comprensión de significados y sentidos; en el roce de los seres humanos a través de la palabra y el diálogo ético y emancipador, basado en el respeto a todos los seres humanos, sin discriminación alguna ni por credo, ni por condición étnica ni social, ni por orientación y condición sexual, ni por procedencia cultural o ideológica. Esto es educar para la comprensión y el amor, convicción de profundo sabor y raíz martianos.

RETO 2. Promover desde todas las áreas del conocimiento, disciplinas académicas y asignaturas escolares el gusto por la lectura, la literatura y el arte; y particularmente desarrollar las competencias necesarias para que se asuma una lectura crítica del mundo que permita desmontar la falsa información y la mentira. Esto es educar para una ética de la información que busque la verdad a toda costa y que rescate los saberes lógico-simbólicos en los que también descansa el conocimiento.

RETO 3. Forjar un pensamiento crítico entrenado en el establecimiento de relaciones de muy diversa naturaleza y en procesos de razonamiento profundo que combinen armónicamente el desarrollo del pensamiento lógico, divergente y creativo. Esto es, no un pensamiento crítico por el simple gusto de ejercer la criticidad, sino un pensamiento crítico que se sustente en el bien pensar que es sinónimo del bien obrar, sobre la base de una escucha atenta y apreciativa del concierto de voces de todos y cada uno de los seres humanos.

RETO 4. Asumir unos procesos formativos desde perspectivas científicas, tecnológicas y humanistas, integrando valores y de cara a la sostenibilidad ambiental y alimentaria y en estrecho vínculo con el concepto UNA SALUD, a fin de que se preserve la vida del planeta. Esto es, desde la enseñanza plena de la necesidad de una vida en equilibrio con la naturaleza física, social y humana; integrando y no separando ni mucho menos excluyendo, de manera que vayamos, como quería José Martí: construyendo con todos y para el bien de todos.

 

 

 

Referencias bibliográficas

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Calzadilla, J. (2000). El poema objetualista. Notario Al Garete. Valencia, Venezuela. Ediciones Poesía.

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Montaño-Calcines, J. R. (2022). Transformar la educación literaria de adolescentes y jóvenes: propuesta de recorridos de lectura para levantar puentes entre literatura y vida; en: Literlingua.net 

Proust, M. (1914). En busca del tiempo perdido. Francia. Éditions Graset.

 

 

Biodata

Juan Ramón Montaño Calcines: Doctor en Ciencias Pedagógicas por la Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona” de La Habana y Máster en Didáctica de la Lengua y la Literatura por esta misma institución universitaria. Licenciado en Educación, especialidad Español y Literatura, ha ejercido la docencia en los niveles preuniversitarios y universitarios cubanos. Se ha desempeñado durante más de veinte años como asesor en estos ámbitos a nivel municipal, provincial y nacional en el Ministerio de Educación y actualmente funge como Asesor Técnico Docente de la Dirección de Formación de Profesionales de Pregrado del Ministerio de Educación Superior. Es el secretario de la Subcomisión Nacional de español-literatura, del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas desde 2010 hasta 2024.