Perfiles

José Julián Martí Pérez: El Maestro

José Julián Martí Pérez: The Teacher

Concepción Lucia Romero Pérez
Universidad de Matanzas, Cuba

Entretextos

Universidad de La Guajira, Colombia

ISSN: 0123-9333

ISSN-e: 2805-6159

Periodicidad: Semestral

vol. 17, núm. 33, 2023

entretextos@uniguajira.edu.co



DOI: https://doi.org/https//doi.org/10.5281/zenodo.8213234

El 19 de mayo de 2023 se cumplieron 128 años de la muerte en combate de José Martí, en Dos Ríos, zona oriental de Cuba, a donde llegó[1] para incorporarse a las tropas que luchaban por la independencia de su patria, y que estaban comandadas por Máximo Gómez, dominicano-cubano que encumbró la historia de Cuba.

El patriota, con la decisión de incorporarse al ejército libertador, brindó una clase maestra frente a los que por cuidarlo o por desprecio defendían la idea de que no debía o podía dar semejante paso. Y murió como lo predijo en uno de sus versos sencillos “De cara al sol”.[2]

Escribir sobre El Maestro, como le denominamos quienes en el mundo admiramos su pasión, inteligencia y entrega, resulta tarea difícil por la envergadura de su obra, que abarcó múltiples confines, temas y formas de expresión tan diversas, que recorren un amplio espectro.

Presentar de manera breve la concepción martiana de la educación requiere partir de su concepto de que esta no es más que:

las aspiraciones delicadas, superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano. (José Martí, O. C. T. 8, pp. 428-429)

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(…) la habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios de vida indispensables en el tiempo en que existen, sin rebajar por eso

De este planteamiento, redactado en Reforma esencial en el Programa de las Universidades Americanas.- Estudio de las Lenguas vivas.- Gradual desentendimiento del estudio de las lenguas muertas, publicado por La América, enero de 1984, se desprenden múltiples enseñanzas.

Sobre el significado de la educación “Educar es poner coraza contra los males de la vida” son sus palabras en La Opinión Nacional, el 25 de abril de 1882 (José Martí. O. C. T. 23, p. 277).

En Otros Fragmentos, sin fecha precisa, (José Martí. O. C. T. 22, p. 308) reflexiona:

La educación ha de ir a donde va la vida. Es insensato que la educación ocupe el único tiempo de preparación que tiene el hombre, en no prepararlo. La educación ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de presentar. Los grandes problemas humanos son: la conservación de la existencia- y el logro de los medios de hacerla grata y pacífica.

En Escuela de Electricidad, en noviembre de 1883, emite el planteamiento:

Educar es depositar en cada hombre la obra que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida. (José Martí. O. C. T. 8, p. 281)

Y a eso se dedicó desde el aula, la literatura, el periodismo y su ejemplo de revolucionario cabal, mostró las raíces americanas, sus luchas, sus logros y sus deberes con un futuro mejor.

Defendió la necesidad de aprender sobre la agricultura y su laboreo, la educación mecánica en los talleres, la utilidad del trabajo manual, al que atribuyó ventajas físicas, mentales y morales. En el trabajo Escuela de Artes y Oficios, publicado en La América, en noviembre de 1883 exhorta:

Quien quiera nación viva, ayude a establecer las cosas de su patria de manera que cada hombre pueda labrarse en un trabajo activo y aplicable una situación personal independiente.

Que cada hombre aprenda a hacer algo de lo que necesiten los demás. (José Martí. O. C. T. 8, p. 285)

Entre las enseñanzas que emanan de estos conceptos se manifiesta el vínculo instrucción-educación que se observa en la obra martiana.

Al respecto, en el libro que escribió con el nombre de este país, Guatemala, (1878) exalta la labor pedagógica de su Universidad Central, diciendo entre otras alabanzas:

manera de hacer sólidos los talentos, firmes las virtudes, enérgicos los caracteres. (José Martí, O. C. T. 7, p. 155)

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Y los jóvenes se animan. Discuten al maestro, al libro de consulta. Tienen cierto espíritu volteriano que hace bien. Rechazan la magistral imposición, lo que es bueno. Anhelan saber para creer. Anhelan la verdad por la experiencia;

Y es que para José Martí se trata de maestros buenos, que son capaces de brindar conocimientos y a la vez educar a los estudiantes como seres activos, independientes, comprometidos; para él estaba clara la idea del vínculo imprescindible entre instrucción y educación, uno de los postulados fundamentales de su visión educativa.

Aclara su punto de vista en los Juicios que escribió sobre filosofía, educación y religión, uno de los cuales se denomina Educación Popular, sin fecha reconocida, en el que declara:

Instrucción no es lo mismo que educación: aquella se refiere al pensamiento, y esta principalmente a los sentimientos. Sin embargo, no hay una buena educación sin instrucción. Las cualidades morales suben de precio cuando están realzadas por las cualidades inteligentes. (José Martí, O. C. T. 19, p. 375)

En la visión martiana de la educación ocupa lugar cimero la relación indispensable entre los componentes cognoscitivo-afectivo-comportamental en el proceso educativo. Lo había desarrollado y profundizado por la labor de su maestro Rafael María de Mendive, al que quiso como un padre y sobre el que escribiría en El Porvenir, Nueva York, el 1 de julio de 1891: “Era maravilloso- y esto lo dice quien no usa en vano la palabra maravilla” (José Martí. O. C. T. 5, p.251).

Fue su tutor, quien descubrió sus potencialidades intelectuales y amor patrio y se comprometió a sufragar los gastos hasta que alcanzara el nivel de bachiller, conociendo las dificultades económicas por las que atravesaba la familia Martí-Pérez.[3] La cercanía fue tanta que el adolescente pasó a vivir con la familia Mendive, factor importante para el proceso formador que desarrolló el maestro patriota, con el adolescente. Su trabajo no fue en vano, Martí escribía en El Diablo Cojuelo y en Patria Libre, y en este último, aún con quince años, dio a conocer el poema Abdala[4], encabezado con la frase ESCRITO EXPRESAMENTE PARA LA PATRIA.

Mendive fue vinculado a los sucesos ocurridos en el teatro Villanueva, donde se produjeron manifestaciones independentistas, y es apresado y condenado por un Consejo de Guerra, a cuatro años de confinamiento fuera de Cuba, por lo que se le envió a España, de donde pudo escapar a Francia y posteriormente marchó a Nueva York. Mendive y Martí volvieron a encontrarse físicamente en La Habana, solo años después, entre 1878-1879 (Toledo, 1996, p. 31).

Una carta en la que el joven Martí incriminaba a un condiscípulo por haberse alistado como cadete en el ejército español, encontrada mediante un registro efectuado en la casa de su amigo Fermín Valdés Domínguez, en proceso por haber sido acusado con otros jóvenes de burlarse de una escuadra de Voluntarios, valió para que Martí fuera apresado. En la carta acusaba de apóstata al cubano procolonialista y le reprochaba el que lo fuera “a pesar de haber sido alumno de Mendive”, lo que confirma la significación que el célebre maestro tuvo para Martí[5] (Toledo, 1996, p. 36).

Condenado y posteriormente indultado a la Isla de Pinos, es deportado a la metrópoli en enero de 1871; allí matricula en la Universidad Central de Madrid, como alumno de enseñanza libre y en 1873, se traslada a la Universidad Literaria de Zaragoza y en el Instituto del lugar, se gradúa de Bachiller en 1874. En ese año se gradúa además de Licenciado en Derecho Civil y Canónico y de Licenciado en Filosofía y Letras.

La impronta de su preceptor, el maestro Mendive nunca lo abandonaría. Este contribuyó a formar en él y sus condiscípulos valores como “la honestidad, honradez, el amor, la lealtad, el patriotismo, el deber, la responsabilidad y sobre todo, les enseñó a desarrollar y a cultivar la amistad como necesidad de comunicar afecto entre los hombres” (Osorio, 2014).

Martí destaca la importancia de desarrollar los sentimientos, en su unidad con el conocimiento, lo que queda expresado en el artículo ya mencionado Educación Popular al plantear: “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos, en la instrucción del pensamiento, y en la dirección de los sentimientos”. (José Martí, O. C. T. 19, p. 375)

Tras evadir el destierro en España marcha a París, de donde viaja a Veracruz el 8 de febrero de 1875[6] y, una vez en la capital mexicana, desarrolla una intensa labor periodística, fundamentalmente en la Revista El Universal y en otros medios de prensa.

Durante el año 1875, en El Universal, a través de artículos y boletines, expone importantes ideas acerca de su visión de la educación, siempre teniendo en cuenta las condiciones del país. Muestra de ello es que el 13 de mayo salen a la luz dos de estas ideas.

En una de ellas exterioriza su punto de vista respecto a la educación para todos, en una sociedad en que la mujer es considerada por muchos, solo apta para los quehaceres del hogar, y afirma “Si la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la mujer garantiza y anuncia los hombres que de ella han de surgir”. (José Martí. O. C. T. 6, p. 201). Ello indica que no deja de dar la importancia que tiene la madre en la formación de su prole. Pero se trata de una madre preparada para la vida, a tono con su tiempo.

Defiende la idea de que todos deben recibir educación, lo que deja plasmado en otro sentido, al referirse a los pobres y a los ricos, sobre lo que se pronuncia en el referido artículo Educación Popular: “Educación popular no quiere decir exclusivamente educación de la clase pobre; sino que todas las clases de la nación, que es lo mismo que el pueblo, sean bien educadas” (José Martí. O. C. T. 19, p. 375).

Años después, en 1889, en su presentación A los niños que lean “La Edad de Oro”, obra martiana que es enseñanza y amor, porque para su autor el amor educa, reafirma lo planteado sobre el acceso a la educación para personas de ambos sexos, cuando escribe:

Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas. (José Martí. O. C. T. 18, p. 303)

La segunda idea que plantea en el artículo de la Revista Universal, el 13 de mayo de 1875, indica que, conociendo ciertas características de la mujer mexicana, educada en la obediencia, temerosa de los males que pueden agredir a sus hijos, sostiene: “la educación del temor y la obediencia estorbará en los hijos la educación del cariño y del deber. De los sistemas opresores, no nacen más que hipócritas o déspotas. (José Martí. O. C. T. 6, p. 201). Así recalca su crítica a la educación tradicional del momento: impositiva, autoritaria, dogmática, en la que no existe un vínculo adecuado entre el maestro y el estudiante, al que se concibe como alumno, que, es decir, sin luz.

Recurrente en la concepción martiana sobre la educación es la educación permanente; conocedor de la naturaleza humana está convencido que en todas las etapas de la vida el ser humano está en posibilidades de alcanzar nuevos conocimientos y con ellos los valores asociados. Sobre esta convicción, el 6 de julio de 1875 aboga en la Revista Universal, ya no solo por una educación basada en el amor, la reflexión, el diálogo, como la que recibió de su maestro Mendive, sino que se pronuncia por la educación sin límite en el tiempo, y afirma: “No fructifica la educación si no es continua y constante”. (p. 260). Reconoce la experiencia que se puede llevar a cabo en la escuela dominical, pero para él no basta “El bien dominical no sería bien completo: la elemental pedagogía enseña que dañan los intervalos a la educación” (p. 261).

Este importante concepto lo sigue defendiendo muchos años después (1889) en La Edad de Oro, en el segundo de los cuatro números que componen esta obra, dedicada a los niños de América, redacta el artículo Músicos, poetas y pintores, donde expresa:

La educación empieza con la vida, y no acaba sino con la muerte. El cuerpo es siempre el mismo, y decae con la edad; la mente cambia sin cesar, y se enriquece y perfecciona con los años. Pero las cualidades esenciales del carácter, lo original y enérgico de cada hombre, se deja ver desde la infancia en un acto, en una idea, en una mirada. (José Martí. O. C. T. 18, p. 390)

Su estancia en México se interrumpe cuando denuncia, en El Federalista, el asalto armado al gobierno legítimo por el general Porfirio Díaz, por lo que se ve obligado a abandonar aquella tierra que le cobijó el 2 de enero de 1877. Tras corto paso por La Habana[7] en los primeros días del mes de abril llega a Guatemala.

Guatemala es el país que lo hizo maestro, que según expresó “es hacerlo creador” (José Martí. O. C. T. 7, p. 116) por lo que agradece a esta nación. Es aquí donde ejerce como profesor, impartiendo cursos de literatura y ejercicios de composición y es nombrado catedrático de Literatura Francesa, Inglesa, Italiana y Alemana y de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, y brinda, gratuitamente, clases de composición en la Academia de Niñas de Centroamérica.

Martí en su libro Guatemala (1878) al realizar un símil entre la educación y un árbol, declara la importancia de esta y muestra el camino de gratitud hacia el educador:

(…) se siembra una semilla y se abren muchas ramas. Sea la gratitud del pueblo que se educa árbol protector, en las tempestades y las lluvias, de los hombres que hoy les hacen tanto bien. Hombres recogerá quien siembre escuelas. Y concluye expresando: “La libertad y la inteligencia son la natural atmósfera del hombre”. (p. 157)

Una intensa vida política e intelectual desarrolla Martí en Guatemala, hasta que conociendo de la firma del Pacto del Zanjón que dio fin a la Guerra de los Diez Años, marcha a Cuba, donde el poder colonial le impide ejercer como abogado, pero labora como pasante en La Habana, en los bufetes de Nicolás Azcárate y Escobedo[8] y de Miguel F. Viondi y Vera[9], oportunidad que aprovechó para conspirar junto al patriota matancero Juan Gualberto Gómez.[10] [11]

Arribó en enero de 1880 a Nueva York, tras su segunda deportación hacia España desde Cuba, y el 24 de ese propio mes realizó su alocución patriótica conocida como Lectura en Steck Hall, donde patentiza que la revolución que se gesta ha de ser la revolución de la reflexión, y declara que la Guerra de los Diez Años ha sido desarrollada por las masas populares, sin desconocer el papel que en ella desempeñaron figuras como Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte, representantes de otra clase social. En Nueva York colabora con el importante diario The Sun y con la revista The Hour.[12]

Tras la marcha de su esposa con su hijo hacia Cuba, el 20 de enero de 1881 llega a Venezuela. En Caracas funda su Revista Venezolana, de la cual fue su director, y solo salieron a la luz dos números, pero que representan una gran enseñanza.

En el primer número publicado el 1 de julio de 1881, desde su Propósito deja claro que “Hacer es la mejor manera de decir” (José Martí. O. C. T. 7, p. 197) y el resto de los artículos revelan la trascendencia de buenos libros. Sobre el primero, con el título Muestra de un ensayo de diccionario de vocablos indígenas exclama ¡Qué tomar la palabra en su huevo, y juguetear con ella y desfibrarla, y recorporarla, y mostrarla al que la lee absorto en toda su hermosura y poderío! (p. 200).

Comienza en Venezuela Heroica diciendo: “Cuando se deja este libro de la mano, parece que se ha ganado una batalla. Se está a lo menos dispuesto a ganarla: y a perdonar después a los vencidos” (p. 201) y al final del texto expresa “De ver los tamaños de los hombres, nos entran deseos irresistibles de imitarlos” (p.203). Sobre La Venezoliada, apunta: “De estos libros se lamenta la escasez, y es fuerza celebrarlos cuando vienen. Esa es buena manera deservir a la patria: grabar lo que se desvanece: dar molde nuevo al recuerdo viejo: reconstruirla” (p. 203).

No es la primera vez que Martí hace reseña de libros y reconoce la importancia de la lectura para enriquecer no solo el saber, sino la espiritualidad del lector, capaz de interpretar, sentir, vibrar, e incluso llorar ante la magia de la palabra.

El segundo y último número de la Revista Venezolana se publicó el 15 de julio de 1881, contentivo de Una nota y del trabajo El carácter de la Revista Venezolana, del cual se plantea: “La sinceridad: he aquí su fuerza. El estudio: he aquí su medio. Y un derecho solo recaba para sí: su derecho a lo grande” (p. 211), valores que no solo adornaban a la revista, por estar presentes en su director.

El trabajo Cecilio Acosta en el que dice “Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto” (O. C. T. 8, p. 153), publicado en el segundo número de la Revista Venezolana, significó una ofensa para el presidente de la República de Venezuela, que pidió a Martí que abandonara el país, quien en julio 28 embarca para Nueva York, a donde llegó el 10 de agosto.

Nueva York fue un lugar donde también fructificaron las ideas martianas sobre la educación. En La América escribe diversos artículos con importantes enseñanzas. José Martí aboga por la enseñanza científica. Piensa en llevar la ciencia a los campos. En La América, en agosto de 1883 es publicado su artículo A aprender en las haciendas, en el que hace un llamado a que, como se envían aprendices a los talleres de maquinaria, se envíen también a las haciendas.

En esa misma publicación escribe el artículo Educación Científica, en septiembre de 1883, en el que plantea un llamado a la ciencia en el entorno educativo:

Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; que los cursos de enseñanza pública sean preparados y graduados de manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y titular, la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todos aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a las de la naturaleza. Divorciar el hombre de la tierra, es un atentado monstruoso. Y eso es meramente escolástico: ese divorcio. – A las aves, alas; a los peces, aletas; a los hombres que viven en la Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza: esas son sus alas.

Y el medio único de ponérselas es hacer de modo que el elemento científico sea como el hueso del sistema de educación pública. (José Martí. O. C. T. 8, p. 278)

En Escuela de Electricidad, que salió a la luz en noviembre de1883, publicada por La América, sostiene “Al mundo nuevo corresponde la Universidad nueva”. (José Martí. O. C. T. 8, p. 281) Y declara “En tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica” (p. 281).

En El Trabajo Manual en las Escuelas, La América (p. 286) al hacer referencia a la Escuela de Agricultura de Michigan, en febrero de 1884, plantea: “Necesita el agricultor además conocer de una manera íntima, en sus efectos y modo de obrar, las ciencias que hoy ayudan y aceleran los cultivos”. Y más adelante expresa refiriéndose al agricultor que cursa la escuela:

Y como ve que, para trabajar inteligentemente el campo, se necesita ciencia varia y no sencilla, y a veces profunda, pierde todo desdén por una labor que le permite ser al mismo tiempo que creador, lo cual alegra el alma y la levanta, un hombre culto, diestro en libros y digno de su tiempo. (p. 286)

En mayo de 1884, en el artículo Maestros Ambulantes, continúa profundizando en la necesidad de la educación científica, en los campos. Considera como único camino para alcanzar la prosperidad perdurable se hace necesaria la acción del hombre en pos del conocimiento, de labrar la tierra, aprovechando lo que le brinda la naturaleza. Y lanza su aleccionadora enseñanza:

La cruzada se ha de emprender ahora para revelar a los hombres su propia naturaleza, y para darles, con el conocimiento de la ciencia llana y práctica, la independencia personal que fortalece la bondad y fomenta el decoro, y el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo. (p. 289)

En este mismo trabajo continúa desarrollando la idea de la labor a realizar por el maestro con los trabajadores del campo, para sembrar en ellos el interés por conocer:

(…) el maestro les enseñaría con modo suave cosas prácticas y provechosas, se les iría por gusto propio sin esfuerzo infiltrando una ciencia que comienza por halagar y servir su interés; que quien intente mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo, y ver de no obrar contra ellas, sino con ellas. (p. 291)

Percibe que no se trata de una tarea fácil, en la que se deben tener presentes las individualidades de los educandos, con sus características, que pueden ser divergentes, por lo que en suma “se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros” (p. 291). De manera categórica afirma: “El sol no es más necesario que el establecimiento de la enseñanza elemental científica” (p. 292).

La formación de docentes constituye un tema en el que José Martí incursionó. Ya el 25 de abril de 1882, en La Opinión Nacional, reconoce el trabajo de la Escuela de Fontenay-aux-Roses, de París; Escuela normal superior de profesores, dedicada como su nombre indica a “educar a las profesoras que han de enseñar después en las escuelas normales de maestras de los departamentos” (José Martí. O. C. T. 23, p. 277).

Se trata de un centro financiado por el Estado, con “los recursos que la vecindad de París puede ofrecer”. Escribe Martí en el artículo que “Educar es poner coraza contra los males de la vida” (p. 277). Destaca que la instrucción que se imparte en la escuela, “como toda buena educación debe ir, a preparar a las directoras de escuelas normales, para que enseñen en ellas el modo de luchar fructuosa y honestamente en la vida. (p. 277). Resalta Martí la enseñanza práctica del plantel, donde predominan las ciencias respecto a las letras, la medicina sobre la geografía y “más el arte de vivir que el de soñar estérilmente en una vida falsa e imposible” (p. 277).

Haciendo referencia al libro del profesor Marion, acerca de la Moral, que explica en la escuela afirma:

Para precaverse de los riesgos es necesario saber dónde están. No nos habilita para vencer los obstáculos y peligros que trae consigo la vida, el que, por una caridad culpable, nos mantiene con los ojos vendados, para que no lo veamos, ni sepamos de ellos. Gran utilidad resulta de leer ese libro de Marion. (p. 278)

Entre la Escenas Norteamericanas aparece un importante texto, con el título Nueva York en otoño- La escuela en Nueva York- Falso concepto de la vida y de la educación.-Influjo de la inmigración en la cultura pública.-Remedio a los defectos observados. Dirigido al Señor Director de La Nación, Martí expone las preocupaciones de la sociedad norteamericana y especialmente neoyorkina en septiembre de 1886, expresadas las insuficiencias de las escuelas, ineficacia de importación a la educación local de sistemas de otros países, de lo incompleto, retórico y artificioso del sistema actual y de la necesidad de reformarlo (José Martí. O. C. T. 11, p. 80). Martí lanza su crítica sana:

Gran bendición es esa de la abundancia en el número de las escuelas y los escolares; pero mayor sería si la educación que en ella reciben los niños se asemejase en lo sólido, amplio y espacioso a los edificios en que se distribuye; si el carácter, hábitos y formación del cuerpo de maestros se acomodasen a la hermosura, independencia y orden que rebosan en los providentes y elegantes textos que regala a los niños el Estado; gran bendición sería si las escuelas fuesen aquí como son en mayor grado en esto en Alemania, casas de razón donde con guía juiciosa se habituase al niño a desenvolver su propio pensamiento, y se le pusieran delante, en relación ordenada, los objetos e ideas, para que deduzca por sí las lecciones directas y armónicas que le dejan enriquecido con sus datos, a la vez que fortificado con el ejercicio y gusto de haberlos descubierto. (p. 81)

En su crítica El Maestro expone entre otros males, que:

no se percibe entre maestros y alumnos aquel calor de cariño que agiganta en los educandos la voluntad y aptitud de aprender, y se les queda en el alma dulcemente como una visión del paraíso, que les conforta y alegra la ruta en los desfallecimientos forzosos de la vida.

Termina la idea anterior afirmando: “La enseñanza ¿quién no lo sabe? Es ante todo una obra de infinito amor” (p. 82).

Una lección de sabiduría expone El Maestro:

Leer, escribir, contar: eso es todo lo que les parece que los niños necesitan saber. Pero ¿a qué leer, si no se les infiltra la afición a la lectura, la convicción de que es sabrosa y útil, el goce de ir levantando el alma con la armonía y grandeza del conocimiento? ¿A qué escribir si no se nutre la mente de ideas, ni se aviva el gusto de ellas? Contar sí, eso lo enseñan a torrentes. Y continúa la crítica al decir: ¡De memoria! Así rapan los intelectos como las cabezas. (pp. 84-85)

Y alerta: “De raíz hay que volcar este sistema”. Martí encuentra el remedio en una enseñanza ordenada y práctica, activa, que desarrolle “la inteligencia del niño y sus cualidades de amor y pasión”. Ello conlleva cambiar la instrucción primaria “de verbal en experimental, de retórica en científica” y “enseñar al niño, a la vez que el abecedario de las palabras, el abecedario de la naturaleza” para derivar de ella, o que el niño derive, ese orgullo que implica el “conocimiento de los agentes y funciones del mundo”. Martí aboga por formar en las escuelas “Hombres vivos, hombres directos, hombres independientes, hombres amantes” (p. 86).

Sabe que hay que empezar por la raíz para que crezcan las ramas. Sirva este perfil como tributo de la Revista ENTRETEXTOS al Maestro y Apóstol de la independencia de Cuba.

Notas

Referencias bibliográficas Martí, J. (1975). José Martí. Obras Completas. Tomos 1, 5, 6, 7, 8, 11, 16, 18, 19, 22, 23. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales.

Osorio, M. (2014). Una aproximación a la ética y los valores en José Martí. La Habana. Editorial Universitaria. ISBN versión electrónica 978-959-16-2352-2

Toledo, L. (1996). Cesto de llamas. Biografía de José Martí. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales.

Notas [1]José Martí había salido de Montecristi, Santo Domingo, en viajehacia Cuba, y desde Cabo Haitiano en el vapor Nordstrandavista las costas cubanas, y toma un bote para desembarcar por Playitas de Cajobabo, junto a Máximo Gómez, Francisco Borrero, Ángel Guerra, César Salas y el dominicano Marcos del Rosario, en la noche del 11 de abril de 1895.

[2]Yo quiero salir del mundo/ Por la puerta natural:/ En un carro de hojas verdes/ A morir me han de llevar.

No me pongan en lo oscuro/ A morir como un traidor/ Yo soy bueno y como bueno/ Moriré de cara al sol! (José Martí. O. C. T. 16, p. 98)

[3]José Martí nace en La Habana, el 28 de enero de 1853, hijo primogénito de Mariano de los Santos Martí y Navarro, sargento primero del Real Cuerpo de Artillería, natural de Valencia y de Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez y Cabrera, nacida en Santa Cruz de Tenerife. Fue bautizado como José Julián el 12 de febrero. Entre 1854 y 1865 nacieron sus siete hermanas. (Toledo, 1996)

[4] Primer ensayo teatral martiano, publicado en su periódico La Patria Libre en 1869, del cual salió un solo número, es un drama patriótico, que se supone autobiográfico, en el que el guerrero Abdala es Martí, Nubia es Cuba oprimida y Espirta es la madre del guerrero, la madre de Martí, En él, Abdala muere por la independencia de su patria. (José Martí. O. C. T. 18, pp.11-24)

[5]Condenado durante seis años al presidio político en 1870, es obligado a trabajar en las Canteras de San Lázaro, durante doce horas al sol, con un grillete en el tobillo de la pierna derecha, unido por una cadena a otra que le colocaron en la cintura, tenía diecisiete años. Su testimonio, en el que expresa los horrores vividos, quedó plasmado en El presidio político en Cuba (1871) que publicó en España, (José Martí, O. C. T. 1, pp. 45-76).

[6]En la capital mexicana se reúne con su familia, a la que no veía desde 1871.

[7]El 6 de enero de 1877 José Martí arriba desde México, a La Habana, donde por corto tiempo radica clandestinamente, en la gestión de la próxima llegada a Cuba de su familia.

[8]La Habana (28/07/1828-01/07/1894) Abogado y escritor, radicado en México cuando Martí llegó a este país; ambos regresaron a Cuba a partir de la firma del Pacto del Zanjón en 1878.Participan en las actividades del Liceo de Guanabacoa, del que Azcárate fue presidente de la Sección de Literatura.

[9]Guanabacoa (1846-1919). Autonomista primero e independentista después, abogado, cercano a José Martí, contribuyó a la Guerra Necesaria (1895-1898).

[10]Juan Gualberto Gómez Ferrer (12/07/1854, Sabanilla del Encomendador, Matanzas-5/03/1933, La Habana).Hijo de esclavos, periodista, patriota a quien Martí designó delegado en Cuba para preparar la Guerra Necesaria, encargado de dar la orden de alzamiento el 24 de febrero de 1895. En la República enfrentó la política entreguista de Tomás Estrada Palma (primer presidente de la República) y a la Enmienda Platt (apéndice a la Constitución que acentuaba la dependencia de Cuba a los Estados Unidos). Hasta su fallecimiento mantuvo su fidelidad al pensamiento y acción martianos.

[11] Desde la Sección de Literatura del Liceo de Guanabacoa que lo elige secretario a inicios de 1879 y el Liceo Artístico y Literario de Regla, ambos en La Habana, desarrolla su labor política, que le cuesta una segunda deportación a España, de la cual logra evadirse, y a través de Francia marcha a Nueva York, a donde arriba el 3 de enero de 1880.

[12]El 21 de octubre de 1880la esposa con su hijo marcha hacia Cuba, separación que hace que Martí decida marchar a otras tierras, en este caso a Venezuela.

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